«Un cantante debe mantenerse distante»

Mientras se refugia del barullo en las redes sociales, de las que hoy dice que hay que tener distancia, paradójicamente Andrés Calamaro se reinventa en un formato más cercano a la gente y más tanguero.

El artista argentino presentó recientemente su álbum ‘Romaphonic Sessions: grabaciones encontradas Vol. III’, que le da una continuidad perdida a las primeras dos entregas, de 1993 y 1994, y que recoge una sesión guardada en sus archivos de versiones de canciones (propias pero también tangos de Cadícamo, Piazzolla, Homero Expósito, Gardel y Le Pera, así como letras de Lito Nebbia y del uruguayo Leo Maslíah) solo en voz y piano, acompañado tan solo por el pianista Germán Wiedemar.

Fueron grabadas en vivo, sin edición, en una sola toma, sin mayor posproducción, lo que lo revela tal cual, sin escudos ni maquillaje: su voz a veces se quiebra, sin la vergüenza de quienes dependen de la corrección digital en consola.

(Además: ‘Paracaídas y vueltas’, el debut literario de Andrés Calamaro)

En este se inspira el formato con el que sale de gira y ha dado recitales en España: esta vez, vendrá a Colombia.

Esto contó el ‘Salmón’ de las ‘Romaphonic’, pero también de su aguante a la era digital –le han cobrado caro defender las corridas de toros– y de lo difícil de la ‘honestidad brutal’.

¿Cómo va su relación con internet?

¡No tenemos relaciones carnales! No me despierto en la mañana para embutirme en un teléfono a la pesca de noticias o comentarios. Leo el periódico impreso en papel o libros, escucho música en formatos tradicionales. Uso internet para comprar discos por correo, o armónicas para los conciertos: estos instrumentos que se soplan. Prefiero no embarcarme en cada posibilidad que el estallido tecnológico nos ofrece. Mantengo una página eléctrica (sic) tradicional pero dudo de la importancia de los sitios sociales para un artista. Un cantante debería mantenerse distante. La tecnología acompaña la decadencia de la música en varios aspectos y es probable que exponerse en los sitios de intercambio de opiniones haya sido desfavorable.

Hablando de tecnología, las ‘Romaphonic sessions’ comprenden el sonido más crudo y desnudo de su voz, y solo con el piano de Germán Wiedemer. Es una faceta muy diferente a la del Calamaro eléctrico ¿Cuál es el encanto que encuentra en el formato de este disco?

Ya no me corresponde a mi encontrarle los encantos, pero entendí que los tenía en tanto impulsé una edición indiscriminada de este álbum para todos los públicos. Es inevitable percibir el aroma íntimo de la grabación. Ahora, confieso cierto vértigo con un disco que ni siquiera fue retocado o corregido. En tanto y en cuanto a lo francamente personal, es un disco que ya estamos transformando en una gira, ya es una excusa para haberse ensayado y volver a ofrecer conciertos.

Canciones como ‘Mi enfermedad’ suenan en este disco totalmente diferentes, como si fueran nuevas… ¿Qué tanto se puede ‘torcer’ sin ‘romper’ una canción? ¿Son totalmente maleables?

Es una buena pregunta; se supone que hay que ser fiel con la melodía de las partituras, y trato de respetar las melodías de los tangos y de aquellas (melodías) que escribieron otros autores y compositores, pero, tratándose de mis propias canciones, tengo la costumbre ocasional de forzar la melodía hacia los límites de la interpretación. Las canciones se contraen y se dilatan sin dejar de ser ellas mismas. Contrasta quizás con el deseo del público acostumbrado a una versión particular o que espera poder cantar en los conciertos, pero creo que pueden escucharse como variaciones sobre un mismo tema ¡Tampoco somos un karaoke japonés!

Pocos se lanzan a cantar algo de Leo Maslíah, un loco sensacional fuera de toda fórmula. A esta canción solo le habían hecho versión Milton Nascimento, Mariana Ingold y Soledad Villamil. ¿No es demasiado arriesgado explorarla?

Si usted lo dice. Leo Maslíah tiene una complejidad y un extraño sentido del humor que no son fáciles de reproducir. En el caso de ‘Biromes y Servilletas’, la había cantado hace unos meses en Montevideo con Hugo Fattoruso y Fernando Cabrera, dos icónicos de la música del Uruguay, y consideré que era posible intentarlo.

El álbum ‘Romaphonic Sessions’ inspira este formato en vivo. Foto: Archivo particular

Este disco pone al que lo oiga en el ‘en vivo’ máximo: sin cortes, sin repetir tomas, en el formato como salga en una noche de bar. ¿Hay un recuerdo del pasado que evoca con este formato, o es un tributo a los artistas que han hecho historia así?

Hace 60 años no existía otra forma de grabar un disco, ahora existen 50 maneras de grabarlo. En su génesis, no es un disco conceptual; francamente no pensé este disco como declaración de principios estéticos. Sencillamente era una grabación que habíamos hecho para instalar el conocimiento de este repertorio en semanas previas a unos ensayos que después celebramos en Madrid. Es un disco de la colección ‘Grabaciones encontradas’, que tenía en el archivo. No tiene raigambre conceptual, es un ejercicio.

Con la partida de Mariano Mores (fallecido el pasado 13 de abril), ¿cómo queda el tango?

Mariano se retiró de los escenarios con 93 años, pero dejó detrás una obra extraordinaria. Es muy posible que con Mariano se haya despedido una época deliciosa para la música argentina, tiempos que ya serán imposibles de repetir. En la historia, Mariano es gigante. No sé si quedan músicos de la generación original del tango. Tristemente, no vivimos para siempre. Es el tango que entra definitivamente en la historia; es complicado creer que vuelvan a aparecer creadores así en el género.

(También: Andrés Calamaro, sin máscaras)

Es inevitable que mucha gente se pregunte esto cuando un artista se lanza en un formato de este estilo: ¿habrá vuelta al eléctrico o viene una etapa larga al estilo ‘Blue Note’ para Andrés Calamaro?

Entrar al estudio de grabaciones con músicos, por uno o dos días, es un método posible y siempre interesante que además consume menos tiempo y no desordena los calendarios; es probable que repita el sistema de grabar en vivo en el estudio, pero también tengo en mente grabaciones eléctricas de rock.

¿Qué pensaron en la discográfica cuando les presentaste el proyecto de ‘Romaphonic’?

La compañía discográfica me acompaña, es una claridad de conceptos que se agradece. Ya nadie espera vender demasiados discos ‘redondos’, pero seguimos con la ilusión de darle cuerpo a una discografía, y lo hacemos con alegría. En este caso, estábamos buscando un próximo disco para grabar y nos encontramos con estas grabaciones espontáneas. En el diálogo amigable de una comida, decidimos publicarlo.

Esta gira se trata de un formato con contrabajo, piano y percusión. Por el tamaño de los escenarios, es inevitable amplificarlo muchísimo… ¿Cómo conciliar ese sonido acústico de jazz bar con la amplificación de coliseo?

Caramba, soy un hombre amplificado. Supongo que amplificar al trío es una misión interesante para nuestro operador de sonidos, Ángel Martos. Estoy acostumbrado al batiburrillo de amplificadores para tres guitarras, bajo, batería y coros; vamos a amplificarnos con una mayor dinámica. Yo soy un cantante de micrófonos; esta nueva dinámica es comprometida, pero también me ofrece un rango mayor que el de cantar entre la selva eléctrica habitual. Para la amplificación general, este formato de trío con cantante debería ser agradecido y permitir un sonido elegante.

Parafraseando uno de sus discos, ¿la ‘honestidad brutal’ como artista en este momento tiene un precio muy alto?

Estamos en un periodo histórico en el que mucha gente quiere escuchar únicamente aquellas ideas con las que supone que está de acuerdo. Todo lo demás lo rechazan: desconocen la importancia de la fricción de conceptos. Es posible que la explosión tecnológica esté colaborando con este fenómeno de puritanismo ideológico juvenil. Soy un transeúnte, dudo de que el pueblo trabajador sienta como siente la población digital y aquellos que viven embutidos en la realidad virtual. Hay que curtirse el cuero y aceptar que no todos van a pensar en armonía con una “corrección política” que condena con modos inquisitoriales casi todo lo que no comulgue con un nuevo ideario moralista. De momento no han venido con antorchas hasta mi casa.

Una gira para desdoblar sus canciones

Esta vez, Andrés Calamaro llega a Colombia con un formato de voz, piano, contrabajo y percusión, muy al estilo de banda de jazz. Se trata de la gira ‘Licencia para cantar’, que viajará a Medellín (19 de noviembre, Teatro Metropolitano), Bogotá (23, Palacio de los Deportes) y, finalmente, Bucaramanga (26, Coliseo Bicentenario). Será muy diferente de sus visitas en 2008, 2010 (esta, para Rock al Parque) y 2015 (Estéreo Pícnic).

Por eso, se aleja del formato eléctrico con el cual el público colombiano lo recuerda. Sin embargo, sí estará en escenarios de gran tamaño.

Entre las canciones que explora están ‘Milonga del trovador’ (Piazzolla, Ferrer), ‘Biromes y servilletas’ (Maslíah), ‘Garúa’ (Troilo y Cadícamo), ‘El día que me quieras’ y ‘Soledad’, (Gardel / Le Pera), ‘Absurdo’ (Virgilio y Expósito) y ‘Nueva zamba para mi tierra’ (Litto Nebbia), así como ‘Mi enfermedad’, ‘Los aviones’, ‘Paloma’.
La preventa de boletas comienza el próximo 13 de mayo y durará 24 horas (con inscripción previa en Tuboleta.com). Luego comienza la venta general, el 14 de mayo. Los precios oscilan entre 80.000 y 300.000 pesos. El ingreso será para mayores de 14 años (en Bucaramanga, solo mayores de edad).

CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento

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