El cantante defendió su presente y dijo: «Espero ser incomprendido y malinterpretado». El 25 de mayo se presenta en Metropolitano.
Por Carolina Taffoni / La Capital
Setecientos, mil doscientos, mil ochocientos. Es muy fácil perder la cuenta. La cantidad de tracks inclasificables que Andrés Calamaro viene subiendo a Internet crece minuto a minuto. En su cuenta de Soundcloud conviven desde covers retorcidos hasta canciones que podrían convertirse en hits, pasando por zapadas de blues y lo que él llama “mash ups”: experimentos sonoros que cruzan a AC/DC, Motorhead o Piazzolla con textos de Kerouak, Ginsberg o Bukowski. El mismo se encarga de anunciar estos lanzamientos múltiples desde Twitter, su gran base de operaciones en los últimos años. Desde ahí, como en un gran cambalache, puede disparar canciones, opinar de los temas más insólitos y hasta pedirle a su ex novia que vuelva. Y todo esto en un par de… horas.
El presente de Calamaro recuerda en algún punto a la época de “El salmón” —su emblemático disco quíntuple del 2000— un tiempo marcado por la explosión creativa, el caos y los excesos químicos. Sin embargo, el autor de “Alta suciedad” lo niega de puño y letra. “No estoy consumiendo estimulantes, tengo un horrible comportamiento tóxico y ya me compliqué la vida muchas veces”, reconoció sin problemas. Mientras sigue bombardeando con tracks desde Soundcloud, Calamaro se focalizó en los últimos meses en la grabación de su próximo álbum, el sucesor de “On The Rock” (2010), y también programó una gira que lo traerá a Rosario el 25 de mayo. Anticipando ese show, y con esa singular mezcla de lucidez y desmesura que lo caracteriza, contestó vía mail las preguntas de Escenario.
—Estás grabando un nuevo álbum. ¿Podés adelantarnos algo de este trabajo?
—Llegué a la grabación con un repertorio flamante, nunca había llegado al estudio con tantas canciones. Yo he grabado discos largos porque las canciones las armábamos en el estudio, grabábamos con papel y lápiz, entre otras cosas.
—Las canciones que subiste a la red como “Cazador de ateos”, “Bohemio” o “Laberinto de pasiones”. ¿Van a formar parte del disco?
—Me temo que “Cazador de ateos” no entre, y me inquieta un poco, porque es el tipo de letra que el mundo necesita. Voy a comentarlo con Cachorro (López, el productor del disco).
—A mediados del año pasado decías que “no tenía sentido” sacar un disco y que no querías tocar en vivo. ¿Qué te hizo volver a las grabaciones y los escenarios?
—Hace un año se nos exigió (a los músicos) cambiar el modelo discográfico, las tecnologías estaban totalmente instaladas y también los escándalos de sociedades autorales y hackers multimillonarios. Pero hace quince años ya podía leerse, avistar el cambio. Mi variedad es el streaming gratuito, sin embargo el público quiere comprarse un disco, o “bajárselo gratis”. Para nosotros es un buen año si juntamos disco y gira, porque a los productores locales les resulta útil presentar una gira como evento discográfico de novedades. Pero el disco no está terminado y no es probable que estrenemos nada hasta la segunda mitad del año. Esta es otra gira de grandes éxitos, de éxtasis colectivo. Un verdadero recital es mucho más que la presentación de un disco o un “show”.
—¿Cómo surgieron los mash ups que venís subiendo a Soundcloud?
—Yo había escuchado algunos, pero estaban hechos con Live y otros programas de grabación. Yo los hago artesanales, con una samplera de Roland. Y también grabo con instrumentos. El año pasado quise dejar de escribir canciones, porque los versos estaban un poco crueles conmigo, hasta las armonías parecían querer inquietarme con su aritmética armónica sensible. Entonces grabé muchas horas de blues y versiones, después pasé a formas más experimentales, como “poetry in motion”, y finalmente salió el “mash up mixtape shit”. Fue en el verano cuando empecé a reunir beats de un disco con el cante de otro disco. Me volqué demasiadas horas en la música, tampoco fue un final feliz…
—¿Creés que estas grabaciones son parte de tu obra o las tomás como un experimento o un pasatiempo?
—Perfectamente podrían ser cult music (música de culto) en unos años, pero en las redes hay demasiada gente y muy poca dispuesta a ofrecer dos minutos para escuchar una canción. Para mí son experimentos, pasatiempos, pero también estoy eligiendo el sonido y el sentido de cada track, y esa disciplina me devuelve al status de productor. Creo que debería llevar mis mezclas a los Estados Unidos. Cualquier día aparece Jay Z en un helicóptero para pedirme un mash up mixtape.
—¿Descubriste algo nuevo haciendo los mash ups, música nueva que te haya conmovido?
—Me emocioné mucho escuchando a Piazzolla. Pero lo emocionante es ver cómo encajan las partes. Esas voces fueron grabadas en otro tono, a otra velocidad y con otro compás, y yo voy a reunirlas en armonía. Hice Burroughs y heavy metal, Marechal, Perlongher, Henry Miller y King Crimson.
—El volumen de material que subiste a Internet es impresionante. ¿Estás otra vez en la etapa súper prolífica de “El salmón”? ¿O en este caso estamos hablando de otra cosa?
—No estoy consumiendo estimulantes, tengo un horrible comportamiento tóxico y ya me compliqué la vida muchas veces. Soy muy profesional con todo, incluso con el desastre total. Ahora mismo grabo para que la música me acompañe. Los gauchos somos solitarios porque la injusticia de un mundo podrido nos deja sin casa y sin nada. Como no tengo actividad social ni cultural me acompaño de mis grabaciones.
—Para tus fans, y para el público en general, los mash ups podrían ser interpretados como una pérdida de tiempo, o un tiempo que se podría emplear en la composición de canciones. ¿Cómo lo ves vos?
—Escribí mucha canción bonita el año pasado y elegí dejar de escribir. Espero ser malinterpretado e incomprendido. Nunca fui precisamente un músico friendly (amigable). No entro en ese modelo. Soy de una generación que hace todo al revés, que creció enfrentando todo lo que la sociedad, la educación y la política proponían. La música me tiene que gustar a mí, que soy el del paladar negro. Si me gusta a mí le va a gustar a más gente.
—Hace un par de meses Beck dijo en una entrevista que hay demasiada música dando vueltas, y que los músicos deberían ser “especialmente selectivos” con el material que sacan a la luz. Esto contradice lo que hacés vos y otros músicos, que tienen mucho material editado en poco tiempo. ¿Qué opinás de esta afirmación?
—El problema de Beck, si es que existe problema alguno, es que convive con un éxito excluyente como “Loser”. Fue el rey del mambo, el chico cool de la música, con una canción y unos buenos videos en MTV… Pero si lo dice, es probable que tenga razón. Enrique Morente decía que importa la cantidad, porque multiplica las opciones de encontrarse con las calidades en el cante, en la guitarra, en el baile, en las grabaciones. A mí me gusta la cantidad, pero ensayo mucho para llegar al tipo de calidad que me gusta.
—Criticaste duramente a los periodistas por la poca o nula atención que le prestaron al material que subís a Soundcloud. Pero por otro lado a veces estás en Twitter intercambiando comentarios amigables con varios periodistas de rock. ¿Cuál es tu relación con la crítica? ¿Cómo evaluás a la crítica de rock en Argentina?
—Los periodistas me pedían un nuevo modelo de edición y de negocio, el copyleft. Nos dijeron vagos, que vivimos de las giras. Yo les di la razón 1.500 veces y no me dedicaron ni dos renglones. Resulta que las redes sólo enredan, y que la gente sigue pidiendo conciertos con entradas caras y discos sin tocadiscos. No sé si existe la crítica en Argentina, pero tengo amistad, o aprecio, con muchos periodistas musicales, y periodistas en general. Mi padre dirigía el suplemento Cultura y Nación de los jueves en el Clarín “desarrollista”. Esta semana invitamos a distintos críticos a escuchar los ensayos. Tengo aprecio por el gremio, que está muy desdibujado por el auge de la pelotudización en la información.
—Muchas veces te enojás con la gente que pulula en Twitter. Incluso acuñaste la frase “salgan del twittermo”. Sin embargo vos pasás mucho tiempo ahí. ¿Qué te atrapa de Twitter?
—He superado adicciones mucho más peligrosas que el Tweety!!! Me gusta compartir ese espacio con los críticos y con otras figuras. En Twitter hay gente muy graciosa, y al mismo tiempo hay demasiados boludos por metro cuadrado.