calamaro on the rock

«On The Rock», el disco que se viene

A menos de un mes de la salida del nuevo trabajo, dos periodistas nos adelantan y dan sus impresiones sobre «On The Rock». Un disco mas parecido a «La Lengua Popular» nos adelanta Juan Puchades, aunque Alfred Crespo lo define como «Grandes éxitos inéditos». Un disco en el cual las colaboraciones abundan, pero que son, o parecen haber sido seleccionadas especialmente para cada invitado, ninguno de ellos resta o suena extraño, sino que a su medida justa, cada embellece la canción.

Los temas se componen por algunos inéditos, algunos dejados afuera de «Honestidad Brutal» y otros, que a medida que pase el tiempo, iremos descubriendo a que epoca del calendario calamariano corresponden. La fecha de salida del disco es 1 de Junio y en España se editará una versión «deluxe» acompañada por un libreto de 28 páginas y un cd extra con remixes y temas inéditos. Además, el disco se editará en versión vinilo.

 

Escribe Juan Puchades, para EFE EME

Barcos: Y Calamaro, con la voz del millón de dólares entona “Me da la impresión que cada vez que nos vemos somos dos barcos / que se cruzan en el mar / uno viene y otro va / o todo lo contrario”. Melodía y arreglos están muy logrados y traen olor a mar, los barcos parecen vislumbrarse anclados en el muelle. Pese a los colores flamencos, la canción tiene ese toque del Calamaro pop que hace de las pequeñas cosas algo épico, pero, en la segunda parte, rompe el ritmo en rumba suave (palmas incluidas) y hasta él mismo saca pecho rumbero en algún instante. Es un canto a la amistad, que “se compromete o se oxida con los años / un poco como barcos extraños: Dos días en el puerto y el mar adentro”

Te extraño: Compuesto por Andrés y Candy Caramelo. “Te extraño, no lo puedo evitar / te extraño, con cada respiración / te extraño, no se me da bien esperar / te extraño, en mi salud y mi enfermedad”. Calamaro canta con intensidad, con su mejor voz, la que descubrió en “El cantante”, esa que no tiene competidor posible. Pero este bolero trae un regalo envenenado –que estamos ante Andrés Calamaro, no frente a Lucho Gatica–, y este viene de la boca del Langui (La Excepción), rapeando con garbo versos que él mismo ha escrito. Las duras guitarras, al final, esbozan algo de jazz, mientras la batería de Niño Bruno suena bien arriba y las cuerdas insisten desde atrás. Una gran canción, y van dos.

El pasodoble de los amigos ausentes: ¡¿Pasodoble?! No, rock peleón, pero por ahí, como el preso se asoma tras los barrotes, se cuelan ecos de pasodoble eléctrico y desquiciado. Olé. Es un tema sobre el pasado, pero también sobre el presente, un corte alrededor de las huidas personales: “Mi habitación está cerca del río / pero se escucha el ruido del mar / Para naufragar hace frío / y prefiero nunca naufragar / Y el pasodoble-punky avisa que el tercio del medio está por empezar / A las nueves si no llueve te espero en un bar para empezar a olvidar”. Hay rabia en este rock urgente y en su letra –bastante enigmática y sugerente, muy “argenta”–, que incluye citas a Peret (“Es preferible reír que llorar”; que en Argentina fue todo un éxito, fijado en la memoria colectiva y superando el paso del tiempo), Discépolo (la archiconocida “Cambalache”) y Nebbia y Tanguito (la iniciática “La balsa”).

Todos se van: Con el gran Claudio Gabis en la guitarra –aunque el solo es de Diego García– y los dos Pereza en los coros. Una de esas canciones que suenan a su autor aunque él no lo quiera. La letra nos muestra al Calamaro más predispuesto a rasgar sensibilidades, a ingresar en el club de los corazones solitarios del verano: “Tendría que haber nacido antes o mucho después / además me da igual / Podría haber sido cualquier cosa / una flor en el balcón / algo vegetal. Y afuera, donde es verano / todos se van / todos se van / nosotros parece que no (pero también)”. Un corte que, con sus leves crescendos embriagadores, bien podría haber entrado en “Alta Suciedad”.

Los divinos: El verano sigue presente en el quinto tema, el single que avanza el disco. Hasta los Pereza se quedan una canción más en los coros. “Cuando el cántaro se rompe / y no hay monedas en la fuente / cuando uno se despierta / y ya no es indiferente / Y no existen los destinos / ni siquiera los divinos / desafinan los metales / sin principios ni finales. / La ciudad se queda sola / y nadie me da bola”.

Flor de Samurai: El rock más potente regresa con ‘Flor de Samurai’ y su letra breve, como la misma flor del samurai, que repite incesantemente “Dividámonos para gobernar / Eliminémonos del mapa / intentemos fuertemente olvidar con el dedo / hasta darnos cuenta tarde que es al pedo” mientras las guitarras suenan afiladas como cuchillos, rockistas, casi heavys. Parece un tema recuperado –no tengo la menor idea de si es así– del periodo post “Salmón”, pero sin la falta de calidad de audio de aquellas sesiones.

Insoportablemente cruel: Se abre con la siempre imaginativa trompeta del inmenso Jerry González. Esta vez, Calamaro ha contado con metal real y no ha tenido que samplearlo, como en sus grabaciones caseras. Es el sublime momento Steely Dan de este disco, una de sus debilidades de siempre, con su toque de jazz urbano y contemporáneo. También colabora Calle 13, que pone calor latino con la voz de Residente que, por momentos, parece trasladarnos al “Barrio”; y se suman Piraña en la percusión y José Reinoso al piano. La letra tiene muy mala leche, sobre todo en la parte que rapea (y él mismo firma) Residente: “Tu única ideología va a ser la melancolía / hoy vas a llorar más que la Virgen María / voy a ser cruel durante todo el día / cruel como hacerte una cirugía en el corazón a sangre fría”… y esto es sólo el comienzo, la furia vengadora sigue en el mismo tono, pero no desvelemos más, que el oyente se sorprenda cuando la escuche.

Tres Marias: Seguramente dedicada a la hija de Andrés (de la que se incluye un breve diálogo junto a su padre), cuenta con Vicentico en los coros, imprimiéndole, inevitablemente, la huella de Los Fabulosos Cadillacs. Es un tema que se suma a una de las corrientes de moda en la música popular del Cono Sur. “Mi vida qué tranquila estás / me enamorás / cada día mucho más / cada día más profundamente / infinitamente te estoy queriendo / mi estrella mía / está durmiendo”. La melodía tiene algo de hipnotizadora.

Me envenenaste: Un corte stoniano que bien podría haber sido primer single si la industria discográfica no estuviera tan acojonada y obsesionada con lanzar canciones que no se salgan del abecé que, supuestamente, define a cada artista –como si eso, con el mercado demencialmente roto, importara algo, olvidando que ha llegado el momento de echarle riesgo y bemoles al asunto, ¡hasta decibelios hay que echarle! Aquí, incluso la letra, directa, se ciñe a los patrones del rock primigenio: “Me envenenaste, mamá, me envenenaste / no sé qué me habrás hecho tomar, me envenenaste / porque ya no puedo escribir y no dejo de dormir / será el veneno que me pusiste a mí”. No hay invitados en este tema, sólo una aguerrida banda de rock dedicada con pasión a lo suyo, como debe ser. Fenomenal.

Gomontonera: que parece otro de los temas de las sesiones camboyanas, pero con sonido de lujo. “¿Qué color es la bandera “Patria y muerte”? / A matambre de púas / faltó-le suerte de debut / faltó mi matiné, vermut y noche / pero me acostumbré al país de mi nariz”. Tema argentino, tal vez nostálgico, tal vez no… Calamaro tendrá que desvelarnos su contenido.

El Perro: Canción de estadio, un rock fuerte –firmado por Calamaro y Marcelo Scornik– para ser coreado en directo. De hecho, ¡hasta se han insertado fragmentos de público en vivo! Es una canción de mensaje evidente, sobre la realidad argentina, pero que tal y como está patio en este lugar del mundo, bien podemos hacerla nuestra: “Muerto el perro se acabó la rabia / no sos aquel amigo de los turcos de malabia / tanto perro en cancha de bochas / el turquito se lastima en la neblina / Lástima Argentina / Eras un bizcochuelo, ahora sos gelatina”. Incluso entona “Nadie dice esta boca es mía / pero me hacen denuncias por apología”.


Escribe Alfred Crespo, director Ruta 66

Es el Rey del Veneno y lo administra sabiamente.  Lo inocula mezclado con flamenco en <<Barcos>>, junto a Diego “el Cigala” y su admirado Niño Josele. Invita a el Langui a cantar en un salón eléctrico de terciopelo en <<Te extraño>>, a Bunbury a hacer lo propio para ilustrar una agria despedida a base de folk y advertencias en <<Te solté la rienda>>. Pisa el acelerador en <<Flor de samurai>>, <<Gomontonera>> o la crítica <<El perro>>, mostrando su cara más contundente. Reserva un espacio a <<Tres marías>> para que vuele el acordeón y otro a un ajuste de cuentas en toda regla, el perpetrado mano a mano con  Calle 13 en la gráfica <<Insoportablemente cruel>>. ¿Y el Calamaro que sabe leer entre líneas en los surcos de los discos de los mitos del rock, extrayendo inspiración y honestidad brutal, se preguntarán? Ese Calamaro, agazapado, aparece intercalado, cuando menos te lo esperas, y lo hace de forma sencillamente triunfal en <<El pasodoble de los amigos ausentes>>, <<Todos se van>>, una joya titulada <<Los divinos>> y la festiva <<Me envenenaste>>. Un póker de ases insuperable. Puro veneno para los adictos al buen rock, entendido como Andrés entiende el rock, naturalmente.

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