Andrés Calamaro en su cama de hotel. Dice que «hay solo una cosa mejor que hacer música: hablar de música».
No soy un compositor, escribo según las circunstancias. Desde muy chico quise hacer música pero nunca logré convertirme en un verdadero músico. Sólo tengo en claro que me gusta el rock. Y desde ese lugar escribo mis canciones», dirá Andrés Calamaro al final de una larga charla. Lo va a decir después de haber puesto un casete con las nuevas canciones que grabará como solista y asegurar que, todavía, «están verdes». Lo va a decir mucho después de pedirle prestado el grabador «para escuchar sus canciones» al arquero de River, Germán Burgos, que está concentrado en el mismo hotel y que tiene sobre su mesa de luz el compacto de Los Rodríguez, Palabras más, palabras menos. Lo dirá tres días después del show de Los Rodríguez en un local de Belgrano y que, una vez más, demostró la gran convocatoria que el grupo tiene por estas tierras y lo fastidioso que se pone Calamaro cuando toca en la Argentina.»
¿Por qué te molesta tocar acá?
«Lo que pasa es que en Buenos Aires se me irritan bastantes membranas. Además, yo juego mejor de visitante que de local. Disfruto la ciudad, desde el primer minuto, pero como si fuera el personaje de una novela. Y para el personaje de una novela, cantar en un escenario es demasiado, como decirlo, literario. Creo que el karma de vivir al sur es el bardo. La especialidad de la casa es bastante bardera.»
Pero el sábado sonaron bien. El único que estaba enojado eras vos.
«El concierto del sábado fue una histeria colectiva. Yo no era el único. Entre el público, había más de 20 histéricos. En el grupo había por lo menos otro y entre los técnicos otro más. Yo prefiero tocar cuando estoy bien de ánimo para que la gente disfrute más. Pero el público no te pregunta: quiere que estés ahí.»
¿Preferís no tocar en Buenos Aires?
«Ya tengo un alto porcentaje de recitales en los que me la paso de regular para abajo. Preferiría estar más tiempo en la ciudad sin tener que cantar, y hacerlo cuando me cause placer. Calamaro toma otro trago de agua mineral de una botella de litro y medio. En la habitación hay muchas botellas de agua mineral: unas tienen flores, otras están listas para ser consumidas. Antes del siguiente trago, Calamaro aclara: «No fumo y soy abstemio».
Pero en tus canciones abundan el alcohol y las borracheras.
«El alcohol es algo muy español. Allá la cerveza y el cigarrillo son la dieta fundamental. Alimentan el espíritu y el veneno de los españoles. No hay nada de autobiográfico. Por ejemplo, mi poesía es una poesía de carreteras y yo no sé manejar. Mi mirada está al costado del camino y ve pasar los autos.»
Para poesía de carreteras, mejor Estados Unidos que España.
«Lo que pasa es que a mí Nueva York no me gusta, me siento mal. Lo único que me alivia es gastar plata.»
¿Ni siquiera tu cercanía musical con Lou Reed pudo con ese rechazo?
«Voy a parecer un escéptico. Pero el recital de Lou Reed en Madrid me aburrió, aguanté sólo tres canciones. Es hora de decirlo: no soy fanático de Lou. De los treinta artistas que influyeron en mi carrera, él debe estar en el puesto 27.»
¿Por qué te aburrió Lou Reed?
«Pasa que su público ahora es clean, entonces él también es clean. Ya no es un mito viviente, es un mito sobreviviente. Prefiero mil veces a Bob Dylan, que sigue loco y borrachín. Aguanté tres temas y me fui con mi chica al Hard Rock de Madrid. Ahí se come mal, pero tienen una Stratocaster de Dylan. Y me pasé la noche mirándola. Desde que llegó, Calamaro vive un olvido fortuito como un hecho grave. «Me olvidé la agenda», dice. Pese al olvido, fue a ver Boca-Argentinos Juniors. Y, por supuesto, se encontró con Diego Maradona. También tuvo tiempo para reunirse con Luis Alberto Spinetta y para escuchar su nuevo disco, «que es bárbaro». La falta de agenda lo persigue durante toda la nota y, entonces, pide que Mariano Mores sepa: «Si no lo veo antes de irme, le mando un beso enorme a él y otro a su esposa Mirna. Porque gracias a Mores entré en la historia del arte. El me permitió hacer juntos un tema». El viernes, tres días después del reportaje, Calamaro tuvo la oportunidad de darle a Mores el beso enviado por escrito. Durante el primero de los conciertos que Mores dio en el Gran Rex subió al escenario para, juntos, hacer el tema compuesto por los dos, Jugando con fuego. Y para prometer un recital de tango-rock.»
¿El hacer tantos temas hits con Los Rodríguez te impide pensar en la trascendencia de tu música?
«No, no es eso. Pasa que nosotros somos un grupo que vende muy acotadamente. Vendiendo menos que Los Rodríguez es muy difícil vivir de la música. Sin documentos fue un boom. Ahora vamos a saber si fue la excepción o nuestro promedio. Vale aclarar que hay algunos músicos más intensos que nosotros. Spinetta o Los Redondos sólo pegan por su propio subgénero. Sus temas mayores parecen destinados a trascender pero tienen que conseguir un público especial porque son adultos y geniales.»
¿Vos qué público pretendés?
«Me gustaría pensar que hay un solo tipo de público, el sensible. A veces nosotros también somos oyentes torpes que glorificamos músicas que después nos avergüenzan. Hubo un tiempo en que escuchábamos a Emerson, Lake and Palmer y ahora decirlo parece una broma.»
Y ahora, ¿qué se escucha?
«En Madrid está sucediendo algo de lo que nosotros no formamos parte: lo alternativo-independiente. No somos parte de eso y ellos nos regalan con su indiferencia y nos hacen sentir la cantidad de veces que sonamos por radio. Pero nosotros sabemos que estuvimos acá primero y que hicimos el rock. No necesitamos cortarnos los pantalones en la rodilla, ni ponernos remeras con la cara del Che.»
Criticás a Lou Reed y abominás de los más chicos. ¿No estarás viejo?
«No. Pasa que no quiero madurar. No quiero pasar a otra etapa de mi vida. Es más: me gustaría vivir dos veces cada momento que me quede.»
Y con la música, ¿también querés quedarte donde estás?
«Para mí, hay una sola cosa mejor que hacer música: hablar de música. Y hablando de música, creo que el rock de esta zona crece todos los días. En otra época Los Shakers se parecían a Los Beatles. Pero de ahí en más, Manal y Almendra se parecen a Manal y a Almendra. En esa época era una forma de competir contra lo que venía de afuera, que era mucho mejor. Ahora, nosotros somos los mejores. Lo malo sería darnos cuenta.