El mejor Calamaro volvió a Mendoza con un show lleno de buenas canciones
Por Walter Gazzo
El Andrés Calamaro 2010 es un caballero con experiencia, que domina como pocos el escenario, que conoce profundamente el poder de sus canciones, muy educado y que tiene el aplomo necesario como para que en exactamente dos horas pueda hacer que dos mil personas lo ovacionen de pie, tal como sucedió anoche en el auditorio Angel Bustelo, que estuvo con su capacidad máxima.
Así, “El salmón” mostró uno de sus mejores shows en nuestra provincia, más allá de lo fuerte que estuvo el sonido y la escasa puesta en escena, que sólo se valió de luces bien colocadas.
El concierto arrancó muy eléctrico, muy arriba y se mantuvo así durante el ochenta por ciento del mismo, porque la formación de la banda (tres guitarras, teclados, bajo y batería) indefectiblemente llevan a ese estado. Pero el ser bien “power” no le quitó brillo a canciones que están enmarcadas en los corazones de muchos. Es más, las potenció en algunos casos.
Después de 26 canciones, quedó manifiesto que Calamaro sigue degustando exquisitos discos “Alta suciedad” (de él tocó seis temas) y “Honestidad brutal” (hizo cuatro de este disco) y sacó a relucir gemas olvidadas como “Ni hablar” (de “Nadie sale vivo de aquí”, 1989), “Algún lugar encontraré” (de la banda de sonido de la película “Caballos salvajes”) o “All you need is pop”, de “El salmón”. Y a eso hay que sumarle al cantidad de homenajes que lleva adelante como empezar el show con “Jumpin Jack Flash” de Rolling Stones, o interpretar “Get up, stand up”, de Bob Marley o “Walking in the moon” de The Police, entre otros guiños.
También hubo lugar para las canciones nuevas, esas que aparecerán el 1 de junio en “On the rock”, y fueron “Los divinos”, “Me envenenaste”, “Todos se van” y la ranchera mexicana “Te solté la rienda” (de José Alfredo Jiménez), que el disco aparecerá a dúo con Enrique Bunbury. Todas mantienen el estilo que AC venía pregonando en “La lengua popular” es decir temas pegadizos y con destino de hit.
Pero lo mejor de todo fue disfrutar de un AC muy comunicativo con la gente, jocoso, que llegó a abrir una botella de vino tinto -regalada por alguien del público- sobre el mismo escenario para brindar con sus músicos en honor al gran Tito Dávila, que estaba jugando de local. Además –y vaya a saber porqué- se encargó de mencionar tres veces a Julio Cobos (incluso llegó a pedir un aplauso porque estaba presente, cosa que no fue verdad…).
Y mientras Andrés se mostraba siempre junto a su guitarra, punteando detrás de todos y arrancando muy de vez en cuando un solo, el resto de la banda le daba el sustento suficiente para brillar: Diego García y Julián Kanevsky en guitarras, Candy Caramelo en bajo, Tito Dávila en teclados y el Niño Bruno sacudiendo los parches de la batería.
Lo cierto es que Calamaro brindó un concierto excepcional, sin demagogia, donde las buenas canciones volvieron a flotar por el aire del Bustelo, tal como lo estábamos esperando desde hace un largo tiempo.
Muchos lo estábamos desde hace un largo tiempo.