«El origen de todos los males de la droga posiblemente sea la prohibición»

El sábado pasado, Los Rodríguez dieron un show casi sorpresa en Dr. Jekyll. Las entradas se agotaron en pocas horas, y ese recital casi íntimo fue la única escala en Buenos Aires de la gira que el grupo hispanoargentino hizo por varios países americanos. En esta entrevista, concedida por Andrés Calamaro en Barcelona antes de partir hacia América, el líder de Los Rodríguez se manifiesta a favor de la despenalización del consumo de drogas y confiesa algunos de sus proyectos para la segunda mitad de 1996.

SERGIO CRISCOLO, desde Barcelona

-¿Usted viajó a Barcelona para cantar en Sobre la yerba 2, un concierto que reivindicó la normalización del consumo de marihuana en España.¿Cómo se gestó su participación allí?

-Por supuesto, vine especialmente desde Madrid para apoyar a la Arsec (Asociación Ramón Santos de Estudios sobre el Cannabis). Por casualidad me puse en contacto con una asociación parecida que existe en Madrid, aunque mucho más modesta que la Arsec. Un poco la relación se formó gracias a Antonio Escohotado, la máxima autoridad del tema en el idioma castellano, un filósofo y un ser humano de voltaje ya muy reconocido. Somos amigos y estoy encantado de haber venido a tocar a Barcelona por la causa. Con los miembros de la Arsec empezamos a comunicarnos a través del e-mail. Es necesario aclarar que los cuatro ideólogos y cabecillas del movimiento están siendo juzgados en un juicio del que por supuesto espero que sean sobreseídos.

-¿A qué se debe el juicio?

-Parece que hicieron una plantación muy bonita. La historia dice que estos cuatro planticultores alternativos de Barcelona pidieron permiso a un fiscal para plantar marihuana para uso privado. Este fiscal no dejó muy claro el matiz entre lo que es una plantación para uso personal o para uso comercial. Como la Arsec es un movimiento grupal, y aquí se fuma mucho, evidentemente la plantación resultó muy grande. Llegó la policía con dos carros y un tranvía para toda la familia encarcelar, y en eso están.
Como todos los juicios, si se pierde, se pierde demasiado, y si se gana, no se gana absolutamente nada, ¿no? A eso es a lo que se llama justicia. Creo que era un décimo de una hectárea, cien metros cuadrados, un lindo jardín… (no puede aguantar la risa).

-¿ A qué se debe esta militancia?

-Siempre fui de alguna manera un militante individual, en la Argentina o en España, y esta es la primera vez que hago algo participativo, después de tantos años de militancia individual. Es algo que me alegra y me entristece a la vez. Hubiera querido formar parte de estos actos toda la vida. De todas maneras, supongo que así fue, de una manera desorganizada estuve participando toda la vida en esto. Todos sabemos ya de sobra, en especial los lectores de LA MAGA, que las drogas no matan, y hablo de todas. En todo caso mata el corte, la sustancia con la cual se la adultera para estirarla y comercializarla ilegalmente. Muchas más muertes son producidas por los automóviles y sin embargo no están prohibidos. Lo mismo con el alcohol, que también está permitido. Yo me niego a conducir automóviles y a beber cualquier clase de alcohol, ni siquiera fumo cigarros de tabaco. Pero soy un purista en la defensa del derecho, el respeto y la simpatía hacia los fumadores de algo prohibido.

-Hace algunos meses, usted también tuvo que presentarse ante un juzgado en la Argentina por haber afirmado en un recital algo así como «¡Qué linda noche para fumar un porro!».

-Es verdad, y Charly (García) también. Lo mío fue por «preconizar el uso de drogas», una estupidez, más aún en la provincia de Buenos Aires, en donde cuanto más alto son los cargos más narcos se es. Qué sé yo… en ese sentido, la provincia de Buenos Aires es un lugar bastante siniestro. Es absurdo… pero creo que cuanto más estúpidas sean este tipo de acciones, de alguna manera la gente que camina por la calle va a estar mucho más de nuestro lado. La fuerza que tiene la persecución por parte de la policía corrupta y siniestra y de los políticos narcotraficantes de la Argentina finalmente va a conseguir que el apoyo de la gente sea definitivo, como es el caso de Charly.

-¿Cómo se resolvió su caso?

-Yo fui a declarar a los tribunales de La Plata. Por supuesto, no negué ninguna de las imputaciones, o como se llamen, y traté de enmarcar y reducir todo al marco del antidivismo y la concordia con otras 100 mil personas. Fui sobreseído, pero inmediatamente una fiscal, mujer además, apeló, y ahora mismo no se sabe qué pasa con la causa.

-¿Cómo se sintió yendo a declarar?

-En un juicio, como decía, siempre hay mucho que perder y nada que ganar. Me siento muy orgulloso de haber dicho lo que dije en ese recital de La Plata y de decirlo en cada concierto.

-¿Se imagina un concierto en la Argentina en apoyo a la legalización de las drogas?

-Por supuesto. En la Argentina, por lo general, como en Barcelona, son más simpatizantes de la marihuana, de la maría color verde, que del hachís, que es lo que definitivamente consumimos en Madrid. En ese sentido Madrid, como bien dice la ignorancia popular, es un poco más africana. Allí se fuma más hachís, el chocolate. Me imagino en Buenos Aires un recital de esas características porque está sucediendo lo mismo que en Barcelona. Las tribunas, en los estadios de fútbol y en los conciertos, ya son parecidas… Hay una tradición un poco desorganizada pero bastante arraigada de fumar lo que nosotros conocimos como fumo, la marihuana prensada que viene del Paraguay. En realidad, la diferencia que estoy notando, en especial en esta zona de España, en Cataluña, Alicante y Aragón, es el autoabastecimiento. Cada vez más gente opta por plantar su propia maría, que no siempre es una marihuana atómica, por supuesto, pero es fresca. Y no se sale a comprar.

-Usted nota similitudes en el consumo en Barcelona y en Buenos Aires, ¿cree que existe un mismo nivel de tolerancia social en esas dos ciudades?

-Creo que en Buenos Aires se podría intentar un concierto como el que se organizó en Barcelona. No sólo me lo imagino sino que me parece que sería el momento de organizarlo. En la Argentina los fumadores sufrimos durante muchos años una persecución demasiado intensa en contra de la marihuana o de lo que sea, ácidos, pastillas. Demasiado intensa. Y parafraseando lo que uno de los organizadores dijo en el concierto de Barcelona, en la Argentina hace tiempo que la lucha contra la droga se convirtió en la lucha contra los que consumen droga, lo cual no tiene nada que ver.

-¿Está de acuerdo con la despenalización de todo tipo de drogas o sólo de las llamadas blandas?

-De todas las drogas, por supuesto. El origen de todos los males de la droga posiblemente sea la prohibición, la adulteración y la marginalización. Inclusive, dentro de un marco de legalidad total, yo estaría encantado en recomendar el no uso de algunas drogas. Pero dentro de una permisividad total. En España, por ejemplo, la ley no permite el consumo de nada, es muy ambigua al respecto. Se cuestiona más la tenencia que el consumo. La diferencia está en que te ataquen con todo el peso de la ley o no. Porque es lógico: si estás consumiento también estás teniendo, aunque sea un poco de humo en los pulmones. Y si el humo que tienes dentro de los pulmones es importado, te podrían perseguir incluso como narcotraficante de humo… Yo creo que la lucha contra la droga va a ser recordada con el tiempo -como ahora se hace con la lucha contra el comunismo- como algo que no tuvo nada que ver con asuntos morales ni médicos y muchos menos policiales, sino como una especie de ardid político siniestro y sangriento que veremos cada vez más claro. Lamentablemente la lucha contra el comunismo a los argentinos nos estalló en plena cara, nos llenó de muertos, de desaparecidos y de exiliados políticos.

-En Los Salieris de Charly, León Gieco dice algo así como «ahora no somos más comunistas, ahora somos todos drogadictos».

-León lo sabe porque vivió exactamente la época del traspaso de persecuciones. Hacia los años 77, 78, 79, una vez que la matanza indiscriminada e imperdonable de argentinos por motivos falsamente políticos estuvo concluida, se empezó a perseguir a los simpatizantes de diferentes drogas de una manera absolutamente ridícula y cruel que es a la que ahora estamos acostumbrados, o mejor dicho, a la que nunca nos vamos a acostumbrar. Hace muchos años, si mal no recuerdo, la primera vez que visité una comisaría de Toxicomanía, estaba León Gieco conmigo, por eso me causa gracia que lo menciones. Yo creo que tenía 16 años, estábamos viendo un concierto en La Boca o algo así, y después fuimos presos. Otra vez cayó la policía con dos carros y un tranvía…

-¿Qué proyectos tiene para el resto del año?

-Fuimos con Ariel (Rot) a Nueva York para llevarle un disco de oro al productor de Palabras más, palabras menos, Joe Blaney. Además, Ariel quería comprar unos calzoncillos Calvin Klein y yo quería visitar a mi sobrino. Después nos encontramos con el resto de Los Rodríguez en Puerto Rico, donde tocamos por primera vez. Allí está viviendo desde hace tres meses Sergio, el de los Cadillacs, y fue nuestro anfitrión. Luego tocamos en Miami y en Montevideo.

-¿Este año no habrá un nuevo disco?

-Lo primero que va a salir este año va a ser el disco de Sergio Makaroff, y mi participación allí es muy modesta. También este año se editará un disco en vivo de Los Ronaldos, donde yo canto una canción que ya había grabado en estudio. Por otra parte, yo estoy grabando solo. Empecé a hacer sesiones de grabaciones de canciones, voy a buscar en diferentes repertorios. No va a ser una grabación corriente: la última idea que tengo, y que no sé cuánto tiempo me va a durar, es que yo solo grabe todos los instrumentos de un próximo disco, incluida las baterías y las guitarras, pero la verdad es que no lo sé. Hay músicos y artistas tan monumentales… En junio todavía va a estar Chavela Vargas en Madrid, que es uno de nuestros ídolos, y por supuesto que si pudiera grabar algo con ella no sería tan radical en la cuestión de tocar todos los instrumentos. Pero lo importante es que voy a tratar de no usar músicos.

-¿Por qué tiene ganas de grabar todo usted solo?

-Creo que me voy a divertir más y que incluso va a ser un trabajo más inspirado. Quisiera estar grabando durante todo este año y tener método como para poder grabar y mezclar alternativamente; no deseo hacer una grabación tradicional en donde las responsabilidades más pesadas van quedando siempre para el final. Voy a tratar de evitar esta máxima de las grabaciones.

-¿Dentro del repertorio incluirá algún tema que no sea suyo?

-No, no, serán todos temas míos. Hoy creo que lo único que se espera de mí son canciones. Inclusive entiendo que no se me va a exigir ni concepto ni mucho menos una cara bonita.

-¿Con los Rodríguez no grabará nada?

-(Se queda pensando.) Vamos a intentar… Vamos a intentar editar nuestro Anthology. Es una idea que un día se me ocurrió en mi casa. No es un «grandes éxitos», ni un disco «en vivo», ni un «grabaciones encontradas». Podría ser un poco de las tres cosas. Vamos a tratar de poner ahí canciones inéditas, jam sessions y grabaciones en vivo, pero de determinados conciertos importantes. Cuando vengamos de la próxima minigira vamos a tratar de encontrarnos con todas esas grabaciones. La idea es hacer un «gran reserva».

-¿Desea hacer un disco usted solo porque está cansado de trabajar en grupo?

-El Anthology surgió porque hubo conversaciones para volver a editar nuestro segundo disco, Pirata, pero a través de la Warner. Hacer un Anthology fue una idea mejor, y no porque fuera mía. El disco Pirata es un buen disco, pero ya está. Yo ofrecí hacer el «gran reserva» en VHS y en compact a la vez. Nosotros tenemos mucho material documental privado.

-No contestó si está cansado de trabajar en grupo. En los últimos conciertos que Los Rodríguez ofrecieron el año pasado en Buenos Aires circuló muy fuerte la versión de que la banda se iba a separar.

-Sé por qué insistís. La última gira por Buenos Aires no fue un buen momento para nosotros, especialmente para mí. Para nosotros era la pretemporada, era el segundo o el tercer concierto del año. No era un momento ideal del año para ir a tocar a la Argentina. Fue una gira muy gris, un poco histérica, creo que no la tendríamos que haber hecho. Pero bueno, de eso se trata: hay conciertos buenos, conciertos malos y lo importante es que la gente recuerde los buenos o que entre todos saque sus conclusiones.

-¿Qué fue lo que menos le gustó de esa gira?

-Viví esos conciertos con una gran tensión, no los pude disfrutar, salvo por instantes. A mí me gusta que mi trabajo sea mucho más anónimo. Yo puedo enfrentar al público que haga falta arriba del escenario para cantar mis canciones, pero el resto del trabajo sucio intento evitarlo. Y aquella gira argentina estuvo acompañada, y especialmente precedida, por muchísimo trabajo sucio de mi parte y eso me estropeó la gira.

-¿Qué significa para un músico hacer «trabajo sucio»?

-Lo bonito de un concierto es despertarse y encontrarse en la combi con los músicos, que son tus amigos, salir a tocar a una ciudad que en algunos casos ni siquiera se sabe exactamente dónde queda ni cómo se llama, parar a comer por el camino, ponerse cerdo, ver muchas películas y hacer muchos chistes verdes durante el camino, llegar a las 5 o 7 de la tarde para hacer una prueba de sonido, fumar muchos canutos todo el día y después ir y tocar lo que haga falta, esperando lo menos posible y sin enterarse de nada que no tenga que ver con subir y tocar. En los últimos conciertos en Buenos Aires, solamente el diseño de mi lista de invitados ya fue motivo de tensión nerviosa para varios, no solamente para mí. Yo pasé mucho más tiempo viajando y haciendo reportajes y conferencias de prensa -la mayoría superficiales y absurdos- que cantando. Y eso en ningún caso puede ser considerado una gira equilibrada, ¿no? Yo habré estado en total 4 o 5 horas tocando, 30 horas viajando y otras 40 discutiendo si la conferencia de prensa la íbamos a hacer el día en que llegábamos a Buenos Aires a las 11 de la mañana o a las 7 de la tarde. Y eso no sólo no me interesa sino que me molesta y me incomoda mucho.

-¿Se puede llegar a un punto de popularidad donde no haya que pasarse 30 horas viajando y 40 discutiendo detalles?

-Yo justifico eso, por supuesto. Somos un grupo caro, no se trata de tomar un taxi en Palermo, llegar al Gran Rex en la avenida Corrientes y tocar. Somos un montón de tickets de avión, de exceso de equipaje, de habitaciones de hotel y de gastos permanentes, entonces entiendo que hay que aprovechar el buen momento del grupo en la medida en que se pueda. No sé si en Buenos Aires se podría haber hecho de otra manera, pero yo hubiera preferido no ir.

-¿Se imagina otra vez viviendo en Buenos Aires? Usted es más popular allá y eso significa, por ejemplo, caminar con un poco menos de libertad que en Madrid o Barcelona.

-Me resulta muy fácil imaginarme instalado otra vez en Buenos Aires. Me imagino viviendo allí o en cualquier gran ciudad, mucho mejor si es enorme, y si se habla en castellano, este idioma tan sagrado, la herencia más grande que España nos dejó. A mí me encanta la popularidad, me resulta muy divertida. En Madrid soy más anónimo por varias razones: la gente es más discreta, en algunos casos hasta la indiferencia; vivo en un barrio que tiene una densidad demográfica enorme; y además, Los Rodríguez, en España, no tenemos televisión, entonces nadie nos conoce la cara. Pero la popularidad no tendría por qué molestar a nadie ya que es algo con lo que nosotros casi soñamos. En todo caso nos pueden agobiar compromisos de otra clase, como ir al dentista o pagar los impuestos, por ejemplo.

-¿Qué lo retiene en España?

-En Madrid tengo mi casa. Ahora estoy haciéndome una nueva que es como un monumento a la decadencia, básicamente porque hasta elegí el color de cada detalle del baño, entiendo que es como un tópico de la decadencia moral e ideológica de un músico de rock, como lo es construirse un estudio en la propia casa, algo que ningún músico tendría que hacer antes de los 40 años a menos que su decadencia ya sea irrecuperable, como supongo que es mi caso. La verdad es que me gusta vivir en Madrid, pero no tengo ningún problema de vivir en el futuro en Buenos Aires la cantidad de tiempo que haga falta. Me encanta Madrid, aunque soy muy crítico con el lugar en donde vivo, como siempre, como corresponde, ya que somos la oposición y tenemos un cohete en el pantalón.

-¿Le gusta jugar con la ambigüedad en sus temas, cantar una letra que muy pocos saben lo que realmente quiere decir?

-A mí me gustaría hacer letras más rabiosas o más divertidas o más combativas, pero esto es lo que hay.

-Me refiero, por ejemplo, a Aquí no podemos hacerlo, donde usted le declara su amor al hachís, conocido en España como chocolate. Sin embargo, una gran parte de su público no capta directamente ese mensaje. ¿Qué siente ante eso?

-En ese caso la ambigüedad es importante. En el caso de Aquí no podemos hacerlo, lo interesante es partir de la comprensión antiprohibicionista y militante de la canción y de ahí volver hacia una posible lectura más sentimental. «Amor prohibido, humo prohibido.» En el caso de esa canción, yo prefiero entenderla primero como un tema antiprohibicionista y después reconocerlo como ambiguo y a la vez sentimental. Lo que no puedo hacer es controlar ni mucho menos estar digitando las letras y el lenguaje.

-Pero cuando canta esa canción en vivo, usted puede ver las caras de sus espectadores. En ese momento, ¿siente que están cantando la misma canción?

-En la mayoría de los conciertos, a la hora de tocar Aquí no podemos hacerlo, nos gastamos una introducción hablando un poco del tema y, gracias al discurso, tratamos de dejarlo en claro y de buen humor. Pero las canciones son una cosa aparte, es como el cine. Una de mis películas favoritas es una sobre la Guerra de Vietnam y yo soy pacifista, y nunca hubiera querido estar en esa guerra. Espero que mis canciones sentimentales no sean únicamente para enamorados o para frustrados. Ni siquiera para sentimentales.

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