Recién bajado de la moto, Andrés Calamaro dice que está empezando de nuevo y que ya está listo para seguir grabando canciones. Mirando el espejo retrovisor de los mese que pasaron, afirma: «nuestra miseria es peor que cualquier cosa que podamos cantar».
»Sólo el artista dudoso parte desde el arte; el artista verdadero saca su materia de otra parte: de sÌ mismo» (Emile Cioran, »Adiós a la filosofía») Por un pequeño, frágil y luminoso instante, Andrés Calamaro está presente en su departamento aunque, en rigor, su cuerpo flaco, sus rulos en formacion libustrina y su acento afectado esten a media hora de aquí entrampados (la consabida pulseada entre las fans y el ídolo, esta vez en la puerta de FM 100) en una interminable jornada de promoción. Atrapénlo: Esencia pura de Honestidad Brutal. Perfume de treinta y siete canciones compuestas y grabadas con dos ruedas mirando al precipicio. Zoom al amplio living room. De derecha a izquierda, entonces, un piano de cola rojo shocking, un amplificador de guitarra Vox apoyado en el piso, una petit colección de discos de la adolescencia y, al final de esta imaginaria cadena, LA chica. Mónica está cruzada de piernas, distribuye su cuerpo en el sillón con la gracia de los gatos, lee una novela de F.Bolaños y canta por lo bajo una canción de Bob Marley & The Wailers que suena en el alta fidelidad (equipo de audio mejor, para evitar suspicacias) de la casa y que ahora mismo está diciendo algo muy preciso para »el instante»: »Pensaste que era el fin pero es sólo El comienzo». Bob (Marley) también lo sabe y lo ha dicho todo. Están la musa; inspiradora, española, flaca, alta, de pelo corto y sonrisa larga y los instrumentos básicos con los que cantarle. Con estos elementos y una ruptura que lo empujó a un viaje nihilista en el que hasta delirar un suicidio, Calamaro compuso y grabó su mejor disco. No había llegado, entonces, pero estaba.
Lo vimos todos, o por lo menos muchos. El martes por la noche Susana Gimenez (millones de hogares argentinos encendidos) recibió a Andrés y le dijo un par de cosas. Que hacía más de dos meses que lo esperaba y que le encantaba Honestidad Brutal. Será posible una polaroid de Su cantando »Clonazepán y pan» (»En nuestra vida real siempre fuimos decadentes, tuvimos la libertad apretada entre los dientes») en el jacuzzi con espuma y jazmín? No hay que preocuparse. Andrés hizo de Calamaro y Susana de Su y encuentros cercanos de este tipo suceden cada vez que hay una inversión tan grande en un disco. Y este encima, doble. Así es que Calamaro dio su inolvidable serie de conciertos con Bob Dylan, se dejó ver en algunas entrevistas desde España y poco más. Este viaje en el que presentó ante la prensa el disco (ver página 8 en Guía Del Fin de Semana), viene a suplir una gira nacional como la de Alta Suciedad (1997), en la que definitivamente se instaló en el Olimpo de los solistas argentinos con 250.000 discos vendidos. Luego le espera un largo tour español de veintiseis fechas, despues vacaciones y mas tarde el tan temido regreso a los estudios (recuÈrdenlo: la última vez que lo hizo grabó 100 canciones). Hasta ahí no hay nada en su agenda que diga: «Martes 20 de octubre. Tocar Honestidad Brutal en la cancha de Boca». Calamaro llega, por fin, después de una hora de espera y abre la puerta de su departamento porteño: El auténtico Hotel Calamaro. Antes, en El post Alta Suciedad, la estrella solía pasar largas temporadas en hoteles paquetes como El Marriot y El Plaza Francia. Las cuentas, claro, astronómicas. »Quiero decir, nada más… que me compré esta casa: me gustó. Está cerca de donde a mí me gusta ir a comer y estamos más tranquilos.» Andrés está parado contra una pared de ladrillos a la vista (detalle rústico en un ambiente señorial) y largándose en un monólogo que deriva en materias insospechadas como El futurismo de los helados de agua o El fin de los vuelos para fumadores estrena el género memorias de Honestidad Brutal. Esto es, evoca con categorÌa de pasado pasado algo que sucedió ayer nomás. » Y me queda la sensación de haber escrito estos últimos años la historia de mil años, en un momento en que podía oscilar entre la gloria, la miseria, la fama, el anonimato, la juventud, la madurez, la inspiración o la locura». O: «Bueno… fue un episodio de Miedo y Asco en Las Vegas (la novela de periodismo bonzo de Hunther Thompson). Y es un poco esa idea, hacer correr hasta el fondo, caminarse toda la escalera de lo que es la vida en Buenos Aires y en Madrid. qué pasa, qué es lo que hay ahí abajo, que a veces no miramos, eh? Vamos a verlo. QuÈ pasa con el rock & roll?
– Qué pasa, Andrés?
– Que hay que inventarlo, todos los días…
«Las comparaciones con Dylan tienen mucho más que ver con el pelo de lo que nosotros pensamos. De verdad…» Parece un anti virus, che. Calamaro sale a cortar una pregunta que no estaba dirigida hacia donde él pensaba por la sola mención del nombre Dylan. Okey, ya está muy claro que el modelo 99 de Calamaro se ha apropiado de ciertas inflexiones vocales de Bob y que el órgano del legendario Ciro Fogliatta (El solo de «La Balsa», te-dice-algo-eso) sostiene Honestidad Brutal en el mismo sentido que Al Kooper hacía con Dylan. Pero sería una brutalidad, honestamente, buscar el brillo del doble de Andrés sólo en el reflejo de la tradición dylaniana. Sin embargo, una frase del librito que acompaña la reedición CD de Blood on the tracks (el álbum divorcio de Bob) le corresponde idénticamente a Honestidad Brutal (El divorcio álbum de Andrés). Dice: «El arte totalitario nos dice que es lo que hay que sentir. El arte de Dylan siente y nos invita a unirnósle». Las canciones de Andrés, sí, nos han invitado a espiar su mundo privado como nunca. Ahora está sentado frente a su chica (»la vampira que mira y respira», canta en el disco ) y le pregunto si no nos ha hecho participar de una serenata gigante, salvaje y desesperada. «Yo creo que una buena letra auténtica va a comprometer a la persona que la está escuchando; y la gente no va a pensar que es una cosa mía, que es una cosa propia. Tal vez, la gente que escribió esos boleros desgarrados, eran letristas que estaban en su casa partiéndose de risa. No sé»
– Pero no fue tu caso
– Mi disco se iba a llamar Honestidad Brutal y como el rock siempre necesita la mayor credibilidad, me pareció que con canciones verdaderas se podía hacer un disco así. Realmente nuestra propia miseria es mucho peor que cualquier cosa que podamos cantar.
– Pero en esas guerritas con Charly García tu intimidad parecía al alcance de todos, para tomar partido a favor o en contra ?
– Más o menos… Si la gente se divierte son gajes del oficio. Tienen más que ver con los personajes que con la música. Es gratis para el público. Ahí afuera es una jungla de cemento: selva de cemento con semáforos en flor. Rolando Rivas está perdido ahí afuera y no lo vemos.
– Viéndolo con más perspectiva no te da un poquitín de verguenza?
– Y no sé… Si la gente se divierte… qué sé yo… está bien. Es decir, me da un poco de verguenza y nada más… sería una buena reacción de mi parte. Pero si hablamos de cosas como rivalidades, siempre existen las rivalidades: nadie puede decir que sea amigo de todos, porque no está bien tampoco. Hay que saber diferenciar, saber quiÈn está en la vereda de enfrente.
-En un momento decías que esperabas que Spínetta reconociera que habías hecho un buen disco, Pasó?
– La verdad me gustaría pero tal vez le dió pereza escuchar un disco tan largo, no lo sé. Bueno, pero yo soy de esa generación que lo valoró mucho, no? A los Kuryaki les regalé un disco de Run DMC, hace mucho tiempo y a ValentÌn (sic) Spinetta lo encontré varias veces y lo vi siempre muy bien vestido. Le digo a Calamaro que, a priori, escarapelas de la Argentina como Palito Ortega y Soledad no parecen jugar en la misma vereda o por lo menos no los han invitado por los mismos motivos a la mesa de Grondona. El tema es que La Sole estuvo ahí nomás de formar parte del rock&roll circus de Honestidad Brutal y que Palito hizo de Elvis en Alta suciedad pero ahora es candidato a vicepresidente. Nada menos. El rocker carismático se defiende: «La verdad que me compré algunos discos de Soledad para elegir la canción y tener algo preparado por si venía. A la gente que no le gusta Soledad, aunque cueste reconocerlo, es porque no le gusta el pueblo, macho, es así.»
– Y si Palito te pidiera una declaración pública de apoyo, le dirías que no?
– Si para estas elecciones se presentara Martin Luther King, creo que habría buenos motivos para hacer campaña.
A mí… ahora mismo me parece buena idea que Palito Ortega sea vicepresidente. Y seguro que voy a visitarlo, alguna vez, a la Casa Rosada. Sería inolvidable tocar un poco la guitarra en la Casa Rosada, no sé porque nunca lo hice.
La casa está tranquila, amigos. Mónica García, musa inspiradora de Honestidad Brutal y socia de Say No More, duerme escaleras arriba. Andrés, en una estocada de elegancia, marca la diferencia entre hoy, aquí y ahora, y los momentos límites de la grabación de su obra diciendo «no estoy pasando por un período paticularmente bohemio.» Es hora de preparar la cena. Calamaro se remanga y deja ver el tatuaje. La pregunta de la noche contraataca.
– Andrés, tu disco de divorcio te sirvió para recuperar a tu mujer?
– La verdad que no lo sé. Ahora estamos acá, en calma, y allá afuera es una selva y nosotros estamos acá preparando los fideos. Es un buen momento.
Fernando García