El Cantante, una vez más contra la corriente.
De un buen tiempo a esta parte, Andrés Calamaro está atravesando su período más prolífico en ediciones. Desde 2013, cuando publicó Bohemio, las bateas han sido testigos de un caudal de publicaciones que nunca baja de uno o dos discos por año, entre material de estudio y en vivo, solo (Pura sangre y Jamón del medio) o acompañado (Hijos del pueblo, a dúo con Enrique Bunbury). Para no bajar la cuota, el mes pasado Calamaro desenterró unas sesiones informales que registró junto al pianista Germán Wiedemer, mientras ambos ponían a punto el repertorio para un show en San Sebastián, compartido con Bob Dylan. El material nunca tuvo la intención de ver la luz, pero algo hizo que se convirtiese en Romaphonic Sessions, la tercera entrega de Grabaciones Encontradas. El nuevo volumen de la colección -con la que Calamaro desenterró material de archivo a mediados de los 90- lo presenta en un formato íntimo y de una fragilidad hasta ahora nunca atestiguada en su obra.
“Tampoco lo pensamos tanto: son grabaciones de mayo pasado, no cumplieron un año y ya están editadas. El año pasado grabé bastante aunque tocamos muy poco”, explica Andrés por email, mientras pone a punto el repertorio para sacar a pasear este nuevo formato por España en mayo, en una gira que tendrá su correlato en la Argentina en la segunda mitad del año. “Vamos a ensayar con trio de piano, contrabajo y percusión, remodelar el sonido y ofrecer conciertos en los mejores teatros y auditorios. En Buenos Aires me gustan mucho algunos teatros donde hace tiempo no actúo”, explica con un halo de intriga. Mientras tanto, a esperar.
No me aguanto largas jornadas en el estudio, es una tendencia que arrastro hace tiempo ya.
Las sesiones de Romaphonic no fueron registradas con el fin de convertirse en un disco. ¿En qué momento consideraste que debían ver la luz?
Al principio fue sólo escucharlo con auriculares, una mañana temprano, y que nos gustara. Después pensé en fabricar una tirada de 500 vinilos numerados, de esas ediciones cálidas que pasan inadvertidas. No recuerdo el contexto ni la secuencia exacta que termina en el disco, porque con mis camaradas discográficos hablamos de muchas cosas y nos ponemos al día hablando de todo un poco. Adivino que nos descartamos de otras ideas y adoptamos el disco como prolongación de Grabaciones encontradas como colección de archivos abiertos. También descarté un proyecto interesante y ambicioso que llegamos a ensayar con Germán… Caramba, no me gusta trabajar. Es bastante normal lo mío.
Tus últimos discos eran el resultado de largas jornadas en el estudio. ¿Sentís la necesidad de implementar esta urgencia y economía de recursos a lo que venga de ahora en más?
No me aguanto largas jornadas en el estudio, es una tendencia que arrastro hace tiempo ya. En los últimos años le confié la producción a compañeros, y a veces ni estoy para escuchar las mezclas o corregir nada. Me gustan las grabaciones espontáneas pero creo que principalmente no soporto grabaciones eternas ni estar en el estudio mucho más que unas pocas horas.
El tema que abre el disco es “Nueva zamba para mi tierra”, que Litto Nebbia compuso en el exilio. ¿Te sentís identificado con esa sensación de desarraigo?
Me gusta mucho la canción, pero no me siento retratado. Me voy de Buenos Aires y me adapto enseguida en la distancia. Me gusta desentenderme de los asuntos de la actualidad argentina más manoseada, no leo diarios argentinos, no sé que pasa con el fútbol local. Si tengo unos meses para instalarme, mucho mejor. Soy un alma sedentaria en un cuerpo nómade. Me gusta tener donde tomar el mate, elegir la comida que voy a cocinar. Tampoco tengo demasiada experiencia viviendo en lugares exóticos y soy residente en la Argentina. Prefiero habitar un mundo propio. Si estoy viajando, quiero volver. No tengo espíritu de mochilero. Tampoco tengo muchas casas alrededor del mundo. La Argentina me quema un poco el cerebro porque sufro el maltrato psicópata que se ofrece a las celebridades, y sin ninguna necesidad. No soy un “famoso profesional”, soy un músico respetable con una tremenda carrera detrás. En la Argentina el respeto se cotiza por centavos y la carne para el asado cuesta fortunas. El mundo al revés.
El tango es una figura recurrente en tu obra, desde “Jugando con fuego” y algunas versiones de El Salmón, a discos en donde está mucho más presente, como Tinta roja y El cantante. ¿De dónde viene esa fijación?
No soy un entendido en el tango. El Chino Laborde lo explicó bien, dijo que yo no canto tango (en singular), sino que canto tangos. Y sabía lo que decía. Para mí son canciones. Canciones extraordinarias, complejas, bien escritas, buenísimas melodías, armónicamente interesantes. Elijo los tangos que sé cantar o los que creo que sé cantar. No soy un investigador que elije entre el repertorio mas rebuscado o desconocido. Tampoco me siento invasor de una liturgia o un territorio sagrado. Amo el tango y punto.
¿Influyó en la elección tanto del formato como del repertorio el tener que compartir escenario con Dylan? Él acostumbra alterar sus propias canciones y para esa época estaba presentando el disco de versiones de Frank Sinatra…
Un poco sí. Aunque Bob sólo cantaba dos canciones de aquel álbum, pensé que los tangos eran una fuerza paralela a la gran canción americana. Ofrecer una mayor hondura armónica era parte de la idea. Presentarse en teatros cantando canciones comprometidas es un autentico reto; yo estudié canto pero no tengo un diploma que me acredite como cantor. La responsabilidad de cantar inspirado, afinado y a tiempo pesa. Dos meses antes de un concierto ya me despierto sintiendo cosas raras en la garganta. No me enfermo jamás hasta que llegan las giras.
En el último tiempo publicaste varios álbumes en vivo que recorren tu obra desde distintas ópticas. ¿Qué es lo que te motiva a volver sobre tu catálogo?
Nada en particular. Me parecía un buen momento para editar cosas en vivo porque habíamos hecho giras buenas por todos lados. Pero me temo que nunca es buen momento para editar música. La sensación que te queda es que nadie la escucha; no existen disquerías, por lo que pensar en vender discos es una idea extraña. Pero quise editar un doble en vivo, como los de antes. Dos discos y cuatro caras. Y lo hicimos. Después Enrique me mando unas mezclas con lo que habíamos cantado juntos en México y le dije “vamos”. Enrique es gigante en México, pensé que era un éxito asegurado. Lo escuche una vez y me pareció bueno, y tener un registro de aquella gira está muy bien.
El tiempo en el que más prolífico te has puesto con tu obra es el mismo en el que a la vez cada vez hay menos lugares adonde adquirir discos. ¿Cómo transitás esta paradoja, tanto como artista como también como melómano?
En la Argentina no se puede comprar un disco. Tampoco necesito muchos, pero todo el tiempo estoy renovando mi dirección musical, mi curiosidad. Me gusta frecuentar disquerías y pedir discos por correo, pero en nuestro país hay que conformarse con los olores. Ahora soy una especie de homeless en un mundo depredador. Un país sin discos es un escenario bastante complicado: se pierden algunos de los motivos para seguir grabando, sentís que los demás no le dan valor a un disco, que a nadie le importa. Nosotros editamos discos todo el tiempo, lo hacemos para el público porque yo no escucho mis propios discos. En la Argentina sólo se editan cosas de la Sony, que tendrá alguna clase de trato especial.
En los últimos años, en la industria se ha vuelto moneda corriente la celebración de aniversarios de discos, con reediciones y giras. Sin embargo, vos nunca te sumaste a esa movida. ¿Es algo que te interesa o no te atrae en lo más mínimo?
Me lo ofrecieron o preguntaron en alguna ocasión, para Sin documentos,y para recrearHonestidad brutal en vivo y en una reedición con inéditos. Pero esos descartes no me gustan, perdí el interés. No me parece mala idea un concierto con canciones de aquel disco, pero creo que responde a una tara mental de los españoles que creen que después deHonestidad brutal solo grabé mierdas. Digamos que es mi disco preferido allá y la idea no es mala. Un concierto entero de un disco es buena idea dependiendo del disco, lógico. No descarto nada, aunque tenemos un público panamericano que reconoce que el mundo no se terminó después de ese disco.
Hace unos años tuviste una catarata creativa en Soundcloud, adonde subías mash ups, improvisaciones y bocetos hogareños. ¿Pensás hacer algo con ese material?
Fueron 2233 grabaciones y artefactos musicales de vanguardia. Sinceramente pensé que el disco abstracto de 2 mil canciones (al precio del aire) era una muy buena idea y respondía a una serie de polémicas -y agrias demandas- que se debatieron mucho hace unos años: hacia donde tenía que ir la música, los derechos de autor, internet, etc. Al final, todo queda en manos de cuatro millonarios esclavistas. Mi idea era noble: una red musical de miles de objetos musicales interesantes. Ahora… con 2233 grabaciones no se puede hacer nada. Me cerraron el sitio por violación flagrante del copyright. ¡Justo a mí, que soy un perjudicado directo del imperialismo digital celular tóxico!