Bohemio con Julio Iglesias
Tuyo Siempre con Vicentico
Estadio Azteca con Lila Downs
Para no olvidar con Manolo García y Vicente Amigo
Mi bandera con León Gieco
Flaca con Alejandro Sanz
Tantas Veces con Mon Laferte
Algún lugar encontraré con Carlos Vives
Jugar con fuego con Raphael
En un hotel de mil estrellas con Milton Nascimento
Engánchate conmigo con Juanes y El Niño Josele
Pasemos a otro tema con Julieta Venegas
Gaviotas con Saúl Hernández
Horizontes con Fernando Cabrera
Paloma con Sebastián Yatra, Leiva e Iván Ferreiro
Dios Los cria Andres Calamaro
Dios Los cria Andres Calamaro
Escribe AC
“Bohemio”, con Julio Iglesias. Es importante decir que de todos los cantantes, incluidos los que no pudieron o no quisieron participar, Julio fue el más cómplice, el más puntual, el más amigable, más cariñoso y el más profesional en el mejor sentido de todos. No sé desde cuándo estoy en el radar de Julio Iglesias. Ya había fantaseado con escuchar mis versos en su voz, pero supongo que todo se destrabó cuando cantamos juntos en su último disco de estudio. Fue México, con duetos. Cantamos Juan Charrasqueado, un corrido centenario que en españa grabaron los Pata Negra. Un mano a mano con Julio Iglesias es como jugar con Messi y Benzema. Y a la vista está que Julio me borra del mapa, ¿no? Su clase, el charme, el buen gusto y el estado formidable es de otro mundo son de otro planeta. Es ciencia ficción, merece un vídeo de dibujos animados. También hay que destacar en esta versión el solo de piano en plan Bill Evans de mi compañero Germán Wiedemer.
“Tuyo siempre”, con Vicentico. Este dato te va a gustar. Con Vicentico, con Gabriel, nos conocimos en Paladium, al costado del escenario. Y grabamos juntos Yo Te avisé, el segundo disco de Los Fabulosos Cadillacs. Desde entonces, nos hicimos muy amigos con los chicos e íntimos con Gabriel. Seguimos así hasta hoy. Cantamos Tuyo siempre más de una o dos veces en vivo. Grabamos juntos un montón de veces, era imposible no llamar a Gabriel. Puede ser una participación obvia, pero no por eso menos interesante. Es la aparición humilde de dos cantantes normales después de Julio Iglesias. Lo sabemos, por supuesto.
“Estadio Azteca”, con Lila Downs. Lila se sienta en la mesa de las leyendas del canto. Me atrevo a decir que ella nos recuerda a Chavela Vargas y a Mercedes Sosa. Con muchos de los artistas nos conocimos en la fraternidad que el mundo llama Latin Grammy, una ceremonia en la que el verdadero premio no es salir en la TV ni recoger el gramófono, el tocadiscos con corneta divulgado por la RCA. Vamos allá para encontrarnos con cientos de colegas de esta profesión. O con leyendas que son reconocidas por su carrera. ¡Las personas del año! Esos fueron los casos de gigantes como Alejandro Sanz y Joan Manuel Serrat. Espero que no me toque. Antes del show por televisión somos premiados los modestos, la clase media: los evangelistas, el tango, los brasileños, los productores. A Lila la conocí cantando con Niña Pastori y con La Sole. Las tres juntas cantando una de Serrat, que era la persona de ese año. Quedé impactado. Estadio Azteca con Lila se resignificará. Se sublimará a lo eterno.
“Para no olvidar”, con Manolo García y Vicente Amigo. Vicente Amigo es el mejor guitarrista del mundo. La mezcla de sentido, sensibilidad y virtuosismo que encierra en su toque es sobrecogedora. Él es de Córdoba, de la Córdoba andaluza. De hecho, el vídeo está grabado entre los naranjos y la Mezquita. Y Manolo es inconseguible, es un caballero que no contesta correos ni el teléfono móvil. La peculiaridad es que Manolo García, que ya era gigante con El Último de la Fila, me dedicó un disco entero. Para mí fue un shock, una conmoción. Conseguí hablar con él, y resulta que estaba dedicado a pintar cuadros. Me contó que, en ese proceso, había estado escuchando a El cantante (2004), otro disco de sonoridad acústica como éste, aunque producido por Javier Limón. Obviamente, reconozco que Para no olvidar quizás sea la mejor canción de todas las mías. La grabamos en su momento en los estudios El Cortijo con Joe Blaney y Los Rodríguez. En el original deja su toque Raimundo Amador, que marida muy bien con nuestras voces.
“Mi bandera”, con León Gieco. Si con cantantes buenos mis canciones se resignifican, con León Gieco se subliman. Mi bandera se postula como Himno Nacional alternativo. Es muy emocionante. León es el artista más grande en Argentina. Me conoce de toda la vida. Él iba a ver al grupo folklórico Huerque Mapu, donde tocaba mi hermana Hebe. Me conoció a mis 10 años y ya a mis 16 compartimos salas de ensayo en el centro. Estoy orgulloso y emocionado de haber cantado Mi bandera con él. El tema se sublima, se vuelve sublime con él. Hace del canto popular una liturgia. Le mando mi gratitud, amor y amistad”.
“Flaca”, con Alejandro Sanz. Es el artista más influyente en nuestra lengua de los últimos 30 años. Lo conocí cuando estaba con su primer disco y, ya por entonces, me compartía las cosas que estaba produciendo para Niña Pastori. Lo conocí en su dimensión humana y musical, que es mucha. Alejandro ha resultado influyente para el pop y para el arte gitano. Lo admiro como colega de oficio y como oyente. La versión de Flaca replica la estructura original, que tiene muchas peculiaridades. Flaca, además, es la grabación más exquisita que haya hecho. La última gran grabación analógica con Blayney. Empieza por un hook instrumental (porque Honestidad Brutal iba a ser un disco instrumental con un poco de letra) y luego la melodía recorre las alteraciones de los acordes. Es la versión que tocamos 60 veces en vivo en “Licencia para cantar”. No conseguí ninguna palabra del diccionario para destacar la participación de Alejandro Sanz cantando Flaca.
“Tantas veces”, con Mon Laferte. Lo académico, lo sutil, lo personal, todo tiene esta canción… Los versos confluyen en el Martín Fierro. En un montón de frases que nos recuerdan que somos gauchos. Y Mon, sin dudas, está tocada por una varita. También la conocí en los Latin Grammy, adonde algunos de ustedes van a emborracharse y otros vamos a tender puentes. Pocos cantantes brillan como ella en escena. ¡Cómo se agranda cantando! ¡Cómo se expande! La versión presenta una serie de acordes interesantes, a la manera de Litto (Nebbia) en El Palacio de las Flores (2006)… Mon es una estrella, pero es muy buena cantando. Se impone como obligada en los recitales que tengamos de acá en más. Sigo esperando por tocar en vivo. Con mis compañeros vamos a volver más inspirados. Mientras tanto, sigo toreando en soledad.
“Algún lugar encontraré”, con Carlos Vives. Carlos Vives es el genio puso el vallenato en el mapa del mundo. Me anticipó hace más de 10 años sobre el respeto que tienen en Colombia por mí y por la música argentina. ¡Carlos, el Golden Boy de Santa Marta! Llama la atención la alegría y el desparpajo para cantar rock argentino. Es un cantante muy importante. Y de paso digo: los cantantes somos hermanos separados al nacer.
“Jugar con fuego”, con Raphael. Preguntenme qué se siente al reunir la partitura de Mariano Mores con Raphael. “Nene, vas a encarnar a la música popular en esta pieza”, me dijo Mariano en aquel momento. Fui por varias semanas a la casa de Mariano para trabajar en Jugar con fuego, y recuerdo cómo me ajustaba las sílabas para cuadrar. Es mi summum histórico. No me caigo en los libros de música porque compuse este tango con Mores y ¡ahora lo canto con Raphael! Sigue siendo indescifrable de lo grande que es “el Niño”. No es de este planeta. Grabamos y añadió a Jugar con fuego en su especial navideño. Porque Raphael tiene un especial navideño para el que, además, le di una canción original.
“En un hotel de mil estrellas”, con Milton Nascimento. ¿Quién hubiera dicho que alguna vez yo grabaría con Milton? Terrenal y celestial. Pero antes que nada, siento que debemos darle amor y pedirle disculpas a la gente que vive con mucho menos que lo suficiente. Rompe el corazón ver las calles alfombradas de pobreza cada vez que visitamos una librería a la que íbamos de jóvenes. Milton es un ángel y un rubí, no pude agradecérselo en persona. Personas que no tienen donde vivir, honradas por Milton.
“Engánchate conmigo”, con Juanes. Es probablemente la primera que preparé para Los Rodríguez. Cuenta la historia de mi primera noche en Madrid hace 30 años. Recuerdo uno a uno los bares, boites y garitos que recorrimos con Daniel Melingo, y también que terminamos a las 11 de la mañana en el Volterera, un after legendario en la Plaza de Los Cubos, donde Moris escribió Nocturno de Princesa. Juanes es el Golden Boy de Medellín, un mérito serlo en plazas duras y complicadas como ésa. Juanes representa este idioma en las plazas más complicadas. Si hay que cantarle a Bruce Springsteen en Washington, viaja él.
“Pasemos a otro tema”, con Julieta Venegas. Julieta tiene lo que tiene que tener un cantante: es eficaz y sexy. No me refiero a sexy de acuerdo al estándar heteronormativo sino sexy en el canto. Nos convenció desde su primer día. A esta versión no la grabamos en un tono para una cantante femenina, pero el arte de Julieta encontró el espacio más delicado para armonizar. Esta pieza es de las postrimerías de los ’80. Es la primera canción que grabamos con mancuerna con Ariel Roth.
“Gaviotas”, con Saúl Hernández. Es mi canción preferida. Es mi homenaje a My way de Sinatra. Es My own my way y, al mismo tiempo, un homenaje a Beto Satragni por tener la cadencia del candombe. Beto es mi mentor, mi hermano mayor. Yo tenía 16 años cuando me llevó a grabar con Raíces en la calle Perú al 300, en los estudios Fonema y junto a Jorge da Silva, Amilcar Gilabert y Mario Breuer. Mi deseo personal era grabar con Saúl, porque cuando hablamos de rock latinoamericano como algo conjunto… El rock no es una unidad como el punk o el heavy; entonces, si pensamos en el rock latino como rompiendo todo, seguro que es gracias a Saúl y Caifanes y a Soda Stereo.
“Horizontes”, con Fernando Cabrera. Es la canción de los hermosos perdedores y está en El salmón (2000), un espejo negro en el que mirarnos. Y la sensabilidad que tiene Fernando Cabrera no la tiene ningún cantante del mundo, punto. Es la corona de espinas del disco. Una copa de cristal rompiéndose en cámara lenta y cayendo a un piso vacío, yermo. Lo que nos ofrece Fernando no se puede explicar. Horizontes es un episodio oscuro de El salmón, una obra que de por sí tiene un talante superviviente. Sublima la belleza de lo triste.
“Paloma”, con Sebastián Yatra, Leiva e Iván Ferreiro. Lo interpreto como un homenaje de los cantantes participantes. Paloma nunca tuvo un vídeo, ni fue una canción elegida para la estrategia radial, pero el público la eligió como la Escalera al cielo en castellano. Estoy muy agradecido. A Paloma la grabamos por expreso deseo de Sebas, otro talento que conocí en los Latin Grammy. En la edición de Houston, creo. Él propuso grabar Paloma, una canción que no pensaba hacer en dueto porque tiene mucha letra y es muy personal. Hasta ahora la había cantado yo o la gente en su casa. Esta versión en “Licencia para cantar” tiene un tono más bajo que la original. Me encanta esta reinterpretación que le ponen mis Tres Mosqueteros. Le pedí permiso a Sebas para sumar a estas jóvenes leyendas: Iván Ferreiro de Vigo y Leiva de los barrios periféricos de madrid. La original fue grabada con mi hermano Javier, con Coti y Guido Nisenson. Toqué yo la guitarra en el estudio, por eso está llena de armónicos sucios.
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